El Temor de Dios
Es popular decir: "Dios es amor y no se le debe temer". Es cierto que a Dios no le debemos tener "miedo" en el sentido en que hoy se usa la palabra, ese miedo que paraliza o que impulsa a huir de Dios y evitar pensar o acordarse de El. Ciertamente Dios es amor infinito y nos creó para que amemos. Jesús enseña sobre los Mandamientos de Dios:
«El primero es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No existe otro mandamiento mayor que éstos.» (Mc 12:29-31)
Pero existe un temor de Dios que es un don del Espíritu Santo: Temer ofenderle, tememos al realizar nuestra propia debilidad y al saber que con facilidad podemos caer en pecado mortal y condenarnos. San Agustín decía "ama y haz lo que quieras" pero por su propia experiencia también escribió ampliamente sobre la necesidad del temor como motivo para el arrepentimiento (5) El temor, según San Agustín, lleva al dolor del corazón por el pecado. "Compunctus corde non solet dici nisi stimulus peccatorum in dolore penitendi"(6).
Los buenos padres no solo hablan de amor sino que también ayudan a sus hijos a comprender los peligros. Y, como saben que la comprensión de los pequeños es muy limitada, inculcan un sano temor al castigo. Se trata del sano temor, la justa medicina. No el temor excesivo que quita la confianza y traumatiza. Recordemos que Dios es el Padre perfecto, modelo de todo padre. El sano temor es parte de su pedagogía divina para que nos mantengamos en guardia contra el grave peligro que acecha a todo hombre en la batalla espiritual contra el mundo, la carne y el demonio
Si somos humildes y realistas sobre nuestra tendencia al pecado, comprendemos que nuestro amor no siempre es perfecto. Somos niños ante Dios. Por eso, tener conciencia de las consecuencias del pecado y tenerle un sano temor nos ayuda a ser sobrios y no racionalizar el pecado, ni pretender que no ofende a Dios.
El Antiguo Testamento
Una de las expresiones mas comunes del Antiguo Testamento es la "exhortación al temor del Señor" (Ecl. 1:13; 2:19). Sin el temor de Dios no hay justificación.(ibis 1:28; 2:1; 2:19). En este temor hay "confianza y fortaleza" y es "la fuente de vida" (Prov, 14:26, 27)
El Nuevo Testamento
Muchos piensan que el temor de Dios es exclusivo del Antiguo Testamento y que al llegar la ley del amor ya no se debe hablar del temor de Dios. Sin embargo Jesús, en muchísimos pasajes, nos enseña a temer las consecuencias del pecado y la negligencia. Es un aspecto necesario de su infinito amor porque no quiere que nadie se pierda. Se trata de advertencias sobre la justicia divina (de la que no nos gusta hoy día hablar). Las citas son muy numerosas, he aquí solo unos ejemplos:
La gran tribulación de Jerusalén (Mt. 24:15); La parábola del mayordomo (Mt 24:45ss); El Juicio Final (Mt 25:31ss); La parábola de las diez vírgenes (Mt 25:1ss); La Higuera estéril (Lc 13:6ss); Los invitados que se excusan (Mt 22:2).
Jesús hace numerosas advertencias:
- "¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días!" Mateo 24:19
- "Pero ¡ay de vosotros, los ricos!" Lucas 6:24
- "¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, pues de ese modo trataban sus padres a los falsos profetas."
- "Dijo a sus discípulos: «Es imposible que no vengan escándalos; pero, ¡ay de aquel por quien vienen!" Lucas 6:26
Sin duda Jesús quiso sacudir a los hombres con el santo temor para sacarlos de su complacencia. No solo a los que le escuchaban hace 2000 años sino a todos los que escuchan la Palabra.
La historia del Hijo Pródigo, que tanto resalta la misericordia del Padre, nos hace ver al mismo tiempo que la motivación original para el regreso del hijo no fue el amor al Padre, sino una toma de conciencia de la miseria en que había resultado su pecado. Esa motivación, pobre aun, es el comienzo de la reconciliación que lo lleva al Padre,.
Dos temores contrarios.
Una razón por la confusión sobre el temor es que muchos confunden el miedo o temor al mundo (que no debemos tener) con el sano temor a ofender a Dios (que si debemos tener).
Jesús dice: "Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien a Aquel que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna." Mt 10:28.
El temor del mundo llevó al siervo perezoso a esconder sus talentos (Mt 25:25). El temor de Dios mueve los discípulos a crecer en fe: "Ellos, llenos de temor, se decían entre sí maravillados: «Pues ¿quién es éste, que impera a los vientos y al agua, y le obedecen?" (Lucas 8:25)
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